Me levanto temprano, hago ejercicio, me preparo un café, me siento a escribir..... y nada....
Es como si lo blanco de la hoja de papel me intimidara...
Como si no tuviera nada importante que decir...
Como si todas las ideas y palabras que tenia listas en mi cabeza desaparecieran.
Obviamente sale mi loser (si, ese ser en tu interior que se dedica a pisotearte), se ríe y sale con su clásico comentario: "tú que tienes que decir?" o "tú que podrías compartir?" o, el más temible y efectivo, "a nadie le va a interesar". Claro que intimida y más largo se hace el tiempo y más blanco lo blanco y vacío de la página.
Irónicamente, esta pregunta: "tú que tienes que decir?" que muchas veces puede ser el freno total a tu intención, puede ser también el motor que te mueve hacia la inspiración y la creación.
La realidad es que todos tenemos algo que decir, o algo que enseñar o algo que hacer. A veces no lo tenemos claro por ese temor que traemos dentro, pero nuestra experiencia vale mucho y las personas alrededor nuestro lo saben, a veces mejor que nosotros mismos.
Si tus consejos o palabras han hecho bien a alguien, han brindado ideas, claridad o paz, claro que tienes algo que decir! y lo mejor de todo, es que eso, que probablemente para ti no sea tan relevante y que crees que es obvio, no todos lo saben y seguramente alguien necesita escucharlo.
El chiste esta en tomar a tu loser (yo a la mía me la imagino igualita a Desagrado, el personaje de la película de Disney "Intensamente", verde, con brazos cruzados, jeta y ojos rodando hacia arriba), guardarla un rato, y conectar con tu esencia, darte chance de responder esa pregunta desde el fondo de tu ser, desde tu centro: "que tengo que decir?", "qué puedo compartir?".
Cuando haces esto, respiras, te escuchas, te sientes...
poco a poco las palabras fluyen...
y sin darte cuenta...
creaste algo lindo.